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La importancia de una estimulación adecuada.

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Al nacer, el bebé va a notar un profundo cambio. Pasa de un lugar tibio, muy íntimo, donde no existían las sensaciones desagradables del frío, ni de la sed, a un mundo de sensaciones nuevas donde existen los ruidos, las luces, la piel desnuda… Al mismo tiempo descubre que es demasiado pequeño y débil para poder reaccionar ante estos estímulos desconocidos. El papel de los padres es amortiguar este impacto. La piel del bebé es muy sensible, tan delicada y suave. A través de ella va a empezar a comunicarse. Cuando los padres cogen al bebé, lo acarician e intentan transmitirle todo su calor e inmenso cariño él lo entiende perfectamente, porque todavía no comprende las palabras pero sí la intencionalidad.

Según las investigaciones sobre el tema, se sabe que los bebés son sumamente competentes en lo que se refiere a percepción, aprendizaje y comunicación. El recién nacido ya sabe muchas cosas, es capaz de reconocer el olor y la voz de su madre, gira su cabeza en dirección a una fuente de sonido, parpadea y aparta la cabeza si recibe demasiada luz, su piel tiene sensibilidad y si le tocas responde con algún gesto, distinguen entre el sabor amargo y el dulce mostrando una clara preferencia por este último, su cerebro está en una fase de desarrollo incomparable a la de edades posteriores…


Durante sus tres primeros años de vida, el cerebro del pequeñín se desarrolla rápidamente debido a su enorme plasticidad. Es esta la mayor fase de crecimiento de las células nerviosas (neuronas) y de la organización de sus contactos sinápticos; de la proliferación de las células no puramente nerviosas (neuroglias) las que juegan un importante papel en el metabolismo de las neuronas, en la estructuración del cerebro como sostén del sistema nervioso, en el proceso de aislamiento de las fibras nerviosas que conducen impulsos químicos y eléctricos. En este proceso se incluye también la formación de varias enzimas, productoras de sustancias bioquímicas importantísimas para la maduración nerviosa. Desde el punto de vista funcional, la importancia de esta fase acelerada radica en que en ella se desarrollan fundamentales funciones esencialmente humanas, elevación vertical, marcha, articulación vocal, empleo de los dedos y las manos, individualización del comportamiento y otros aspectos psicológicos como la afectividad, la creatividad, la sociabilidad… y en consecuencia su maduración física, emocional e intelectual.
La plasticidad tiene que ver con su gran capacidad de aprendizaje. Por ello, es una etapa en la que el niño tiene necesidad de percibir y relacionarse con el mundo que lo rodea, de una forma adecuada a su momento evolutivo, siempre dentro de sus posibilidades, y respetando su ritmo, sin forzar. La estimulación infantil considera que los estímulos, tanto internos como externos, tanto físicos como afectivos, ejercen una influencia sobre determinadas funciones y la potenciación de su desarrollo. Un área significativa de la estimulación está en el hecho de trabajar alrededor de los sentidos de la visión, audición y tacto, todos ellos importantísimos para las posteriores etapas de escolarización. Asimismo, se incide en habilidades como la concentración, el control del propio cuerpo, la autoestima, la inteligencia y el trato con otros niños y adultos.